Poned los ojos en el crucificado…
Hoy se cumplen 85 años del nacimiento de Abelardo. Contemplarle en su silla de ruedas y escuchar su silencio elocuente nos lleva a dirigir la mirada y el oído hacia donde él mira y escucha: “a Cristo, y éste crucificado” (1 Cor 2, 2). Esta nueva colección de meditaciones quiere ser un regalo lleno de cariño y de reconocimiento a quien ha sido y sigue siendo maestro de oración de tantos hombres y mujeres de hoy
El 28 de marzo se cumplen 500 años del nacimiento de santa Teresa, y por ello todo este año estamos de enhorabuena; mejor aún, de jubileo. “Poned los ojos en el crucificado y todo se os hará poco”, decía ella a sus hijas, y sigue repitiéndolo –como regalo por su cumpleaños– a cuantos se acercan a ella. Abelardo en estas meditaciones parece traducir el pensamiento de la Santa para el mundo de hoy, para ti y para mí. Sus palabras penetran por nuestros oídos, dirigen nuestra mirada y se clavan –llenas de la fuerza de Jesucristo– en el corazón. Nos dice: “Si cuando nos acaece una cosa costosa ponemos los ojos en el crucificado, la luz y la fuerza de ese momento se me aplican para que yo ahora pueda sobrellevarlo. En estas contemplaciones de la Pasión encontramos la fuerza para no huir de la cruz”.
Cuarenta y seis meditaciones para seguir la Cuaresma y la Semana Santa. Son toda una escuela de oración. No fueron escritas para formar una obra unitaria, sino que fueron dirigidas a públicos muy diversos, con la finalidad de alimentar la oración y la vida. Fiel a su estilo, Abelardo abre su alma a quienes le leen –a través de las páginas de la revista Estar– y a quienes le escuchan para contar su experiencia de amistad con el Señor, y a través de ella para animar a entrar por los caminos de la confianza en Cristo Jesús, y éste crucificado. “Fijos los ojos en el crucificado…”
Mirar. La fe penetra por los oídos, escribirá san Pablo. Pero el camino más directo al corazón es la mirada. “Mira al crucifica-do, que te espera con los brazos abiertos”, comentará en una de las meditaciones. “Viéndote colgado de la Cruz, no puedo querer otra cosa, mi Señor crucificado”, escribirá en otra.
Mirar para creer. Para creer en su amor. “Cristo crucificado es nuestra bandera; miramos y creemos en su amor”. ¡Qué fuerza persuasiva cobran sus palabras!: “Si la apetencia mayor del corazón humano, está en amar y ser amado, nada puede satisfacer esta tendencia como Jesús crucificado. Jesús en la cruz hiere de tal manera nuestro corazón que no deja en él parte en que no penetre su amor”.
Una fe así alimentada en el amor conduce al diálogo íntimo con Él: “¡Oh mi Jesús crucificado! Que me acuerde de ti, que te conozca a ti, que te ame a ti, en todo, en todos, siempre”.
Y acto seguido este amor que se ha ido adueñando de nosotros por la oración contemplativa, nos lleva a la acción evangelizadora de nuestro mundo: “Los que realizan el peregrinar cristiano junto a la Virgen Madre, saben que caminan hacia el Reino. Fijos los ojos en el crucificado cantan himnos en el nombre del Señor, el Rey de Israel. Y así, mientras caminan, construyen ya en esta vida un reino de paz, de justicia, de amor, de santidad y de gracia. Ellos son los auténticos artífices de un mundo nuevo. Haz tú lo mismo”.
Gracias, Abelardo, por estas meditaciones. Y gracias sobre todo por tus 85 años de vida ofrecida. Gracias también a quienes han preparado esta edición: al equipo formado por Jesús Amado, Fernando Calle y Javier del Hoyo. Y gracias a cuantos comentáis que los comentarios de Abelardo os hacen mucho bien. Ello nos estimula para seguir ofreciendo nuevas colecciones de meditaciones.
Terminemos esta presentación con una oración que dirige Abelardo a la Virgen María al finalizar una de sus reflexiones. Ella –como en Caná– nos conduce a Jesús: “¡Madre del crucificado! Dame tus ojos para mirarle. Tus oídos para escucharle. Tu corazón para amarle. Y haz que en el seguimiento de Jesús acepte mi cruz de cada día descubriéndole a Él en ella. Haz que su cruz me enamore. Y más en la seguridad de que junto a mi cruz, estás Tú, la Madre de todos los crucificados”.
17 de febrero de 2015 85º cumpleaños de Abelardo y víspera del miércoles de Ceniza
José Luis Acebes