Contemplativos en la acción (Revista Estar. Nº 197. Diciembre 2005)
El 8 de diciembre de 1955 recibió el P. Tomás Morales el primer reconocimiento de la Iglesia al naciente instituto de los Cruzados de Santa María. Por aquel entonces, los primeros cruzados participaban de la actividad del Hogar del Empleado, obra social y apostólica creada por el Padre Morales (hoy, por cierto, tan alejada de su origen y misión primera).
El nacimiento de la Cruzada, sin embargo, no estuvo falto de sufrimientos y perplejidades, tanto para su fundador como para los primeros miembros. Tras el espaldarazo de la Iglesia vino el túnel de la incomprensión, la dolorosa salida del Hogar, la obligada separación del fundador, su heroica aceptación… y la confianza audaz en la voluntad de Dios en medio de la oscuridad. Pero gracias a aquel dolor y aquella fidelidad vino el segundo nacimiento, la certeza acerca de la centralidad de la vida consagrada, la purificación de afanes que no respondían a la Voluntad de Dios. Y la salvación del modo de vida propio del Instituto. Después, con los años, vendrían las otras fundaciones del P. Morales, las Cruzadas de Santa María y los Hogares de Santa María, instituciones hermanas y tan queridas.
Un instituto secular es una de las más apasionantes formas de vida de la Iglesia, si bien toda llamada a la santidad participa de la hermosura de Cristo. La del cruzado es una vocación de contemplativo en la acción que amalgama dos extremos en apariencia opuestos: la consagración plena de la vida a Dios y la secularizad de una presencia activa en los asuntos profanos de cada día.
Los institutos seculares deben considerar como tarea primera el “poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora es el vasto y complejo mundo de la política, de lo social, de la economía y de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas…” (Ev. nuntiandi, 70). Así se lo recordaba Pablo VI en 1976.
La Cruzada es María (Revista Estar. Nº 197. Diciembre 2005)
Fernando Martín. Director General de los Cruzados de Santa María
El 8 de diciembre se cumple el 50 aniversario de los Cruzados de Santa María. La primera palabra es para el Señor: gracias. No puedo decir mucho más. Porque son únicamente palabras cargadas de sentido las que rondan por la cabeza al intentar escribir estas líneas: Acción de gracias. Responsabilidad. El P. Morales. Abelardo…
Y María. Esta palabra ya lo dice todo. La presencia de María en nuestra historia. La presencia de la Inmaculada. La mejor definición que se ha escrito de la Cruzada la escribió el Padre Morales en las Reglas que perfilan nuestra vida. Una definición que Dios había inspirado a un cruzado y que el Padre la tomó como la que mejor nos describe: La Cruzada es María, y sólo eso. María a todas las almas y nosotros santos por María.
Ese es nuestro secreto, nuestro misterio, nuestro carisma y nuestra fortaleza. La Cruzada es María: es actitud de oración permanente; es súplica constante esperando siempre la salvación de Dios; es actitud de atención y de escucha de la voluntad de Dios; y es acogida pronta y gozosa de su Palabra, expresada en el «Hágase», como María en la anunciación.
La Cruzada es María: es vocación apostólica; es salir de sí para comunicar la presencia de Dios entre los hombres, como María en la Visitación. La Cruzada es María: es plenitud de Dios en soledad humana; es misterio de adoración permanente al Dios que está naciendo siempre en el corazón, como María en el Nacimiento. La Cruzada es María: es el contemplativo en la acción, el contemplativo enamorado de Dios por los caminos del mundo; es el que va conservando y meditando en su corazón todo lo que Dios va haciendo en su vida, como María en los misterios de la infancia de Jesús.
La Cruzada es María: es vida oculta, es vida de trabajo, de ejemplaridad alegre en el cumplimiento del deber, como María en la vida de Nazaret. La Cruzada es María: es contemplación continua de Jesús; es seguimiento e imitación de la vida de Jesús, como María durante la vida pública. La Cruzada es María: es «estar», permanecer y mantener la fidelidad en los momentos de dolor y de abandono, es recibir una nueva misión cuando parece que todo está acabado, como María al pie de la cruz. La Cruzada es María: es no perder nunca la esperanza en la resurrección; es gozarse de la alegría de Jesús resucitado, como María. La Cruzada es María…
Y ahora debería hablar de cada uno de los que han pasado y pasarán por nuestra institución, por la Milicia, por nuestros grupos apostólicos; debería hablar de los que compartís nuestro espíritu desde la revista Estar, de los que rezáis por nosotros, de las carmelitas, de las almas contemplativas… La Cruzada es María…
Y recorrer todos los hitos de esta historia de medio siglo: Las primeras tandas de EE con empleados en Madrid; el Hogar del Empleado; la conversión de Abelardo; la salida del Hogar; la operación Institutos; las fundaciones en América; la partida del Padre… La Cruzada es María.
Termino como he empezado: dando gracias a Dios por 50 años de misericordia. Y gracias a todos por habernos acompañado en esta maravillosa travesía.