José Antonio Benito
Uno más uno son dos…Y si seguimos sumando o multiplicando no hay quien pare la cifra. Lo malo es cuando nos quedamos o restamos. ¿Merece la pena dedicar 48 horas a un joven? Todos los que hemos practicado alguna vez los Ejercicios de san Ignacio lo afirmamos con rotundidad. Sabemos que el Santo de Loyola dirigió varias tandas de Ejercicios de un mes, y a uno solo. Pero, ¿quién está dispuesto a imitarle aunque sea por un fin de semana? Si todos los que nos hemos beneficiado de los frutos de esta formidable experiencia la pusiésemos en práctica, serían millares los nuevos ejercitantes.
Todo este preámbulo para compartirles mi gracia de este fin de semana. Todo ha sido de lo más sencillo y natural. En mi clase de Historia de la Educación aludí a la riqueza de “los Ejercicios” y su superioridad con respecto a teorías, métodos…y que yo solía practicarlos y dirigirlos. “Con uno que esté dispuesto yo les doy los Ejercicios”. Y uno de mis alumnos se animó. Como tenía octavillas con la fecha y el lugar, en los pasillos de la Universidad felicité a un alumno por lo bien que había cantado en el coro; hablamos, y “¿quieres vivir una aventura apasionante este fin de semana? Un Retiro en silencio para encontrarte contigo, con Dios, con los demás…”. “Ya, profe, déjeme que lo piense y lo consulte con mi familia”. Y también se apuntó.
Total que les dije que llevasen la Biblia, el cuaderno, bolígrafo, sábanas, útiles de aseo, “grande ánimo y liberalidad” y que les esperaba en la parada de autobús de Chosica… Y a la hora convenida nos encontramos los tres. Tras dos horas de infernal ruido del tráfico, llegamos al celestial silencio de la casa de espiritualidad de Ñaña. ¡Qué serenidad, paz, sosiego! “Silencio de labios, de ojos, de imaginación”… Como siempre. “El hombre es creado para ser feliz, para alabar a Dios, para salvar el alma”. Lo de siempre. “¡Corazón de Jesús, en tu día, confío en Ti!”. “¡Ven Espíritu Santo, ven por María!”. Y el fin de semana se pasó volando, y los dos jóvenes ¡felices de verdad!. Contentos a rabiar y dispuestos a la santidad. Sí, se puede hablar con Dios. Sí, se puede gozar de la intimidad de Jesús. Con el Rosario en la mano, la contemplación ignaciana, la confesión, la comunión, el diálogo enriquecedor… Redescubrimos que Dios está en nuestro interior, que el mundo tiene hambre como nunca de Él. Que no tiene otros labios para hablar ni otro corazón para amar que el nuestro.
Luego nos pusimos de acuerdo para que el próximo mes sean “2 x 3”, porque “la llama si no se propaga se apaga”. Y así, “piano, piano iremos lontano”, y colaboramos con la Gran Misión Continental. Sí, en nuestro tiempo de globalización, San Ignacio nos invita a “ver la grande capacidad y redondez del mundo” (Ejercicios Espirituales n. 102) desde este gesto tan pequeño pero vital.