Por Eliezer Manchado
En el curso 2003-04 se me encomendó dirigir una residencia universitaria masculina en Pamplona. Quiero contar en síntesis mi experiencia, en la que he buscado aplicar con fidelidad y creatividad el carisma recibido del P. Morales y sus continuadores. También deseo expresar mi gratitud a mis padres que, en oculta sementera, me han ayudado a ser lo que soy.
Siempre me atrajo trabajar con jóvenes, aunque no me resultaba fácil por mi carácter introvertido y tímido. Pero obedecer tiene esa fuerza: que lo que no parece posible resulta serlo. Y más, si el que manda te deja margen de actuación y está siempre disponible con interés, orientación y apoyo cuando lo necesitas.
Necesité todo un curso para situarme: los jóvenes, sus inquietudes, dificultades y posibilidades. Se les abre una nueva etapa; la ciudad distinta, nuevos compañeros, retos de estudio y, sobre todo, tener que asumir una nueva responsabilidad. En todo momento me venía a la mente que la Resi debe ser una prolongación del mejor ambiente familiar.
PLAN FORMATIVO
A cada familia que solicita se le habla de un plan educativo, orientado a la tarea principal del estudio, pero no en exclusiva, no queremos hacer “máquinas de estudio”. Es una ocasión de abrirme al otro y el otro a mí, de superar defectos que me impiden ser y dar lo mejor de mí. Se pide aceptar la identidad católica de la residencia y estar abierto a la búsqueda de la verdad.
Todo ello se concreta en: Un horario que ayuda a ser fiel en lo pequeño para un día asumir mayores responsabilidades. Trato personal y tiempo por parte de los educadores, acompañar todo lo posible. Estar entre ellos antes de cortar una actividad, por ejemplo, ayuda a que les sea más fácil obedecer. Dedicar al mes un rato tranquilo de conversación a cada uno ayuda a conocerse y a profundizar en los objetivos.Corregir con firmeza pero con suavidad. Premiar con una palabra, un gesto o un detalle, por ejemplo un buen libro al concluir el trimestre. Delegar y revisar: prefiero que salgan las cosas peor pero que las hagan ellos. Así se conoce el grado de percepción, implicación y sensibilidad que tiene cada uno. Tertuliasformativas y algún día de convivencia fuera de la ciudad. Cultivo de la reflexión: finalizamos cada día en la capilla para reflexionar sobre el día y autoconocerse mejor.
El formador ha de tener humildad para reconocer los propios errores. Eso me ha servido más que muchas charlas. Debe también confiar en los jóvenes, saber que son capaces de más, y exigirles cosas algo costosas: silencio en casa a las once, escuchar música sólo con cascos, asumir tareas… Después de un curso luchando sorprende que casi todos deseen seguir. Se renueva a aquellos que han demostrado estar abiertos al plan educativo propuesto.
REFLEXIONES FINALES
En todo amar y servir: la semilla sembrada con paciencia y amor da fruto. Es ley evangélica comprobada. Aquel residente que salió echando chispas al no ser renovado y al cabo de unos años invitó a varias familias a conocernos. Este curso dos jóvenes educados durante estos años asumen el proyecto educativo como formadores.
Un GRACIAS enorme a Dios. A las personas que nos han enseñado, a los jóvenes a quienes hemos deseado dar lo mejor de nosotros. Gracias a María, madre que nos ha cuidado como verdaderos hijos consolándonos, librándonos de peligros, haciendo fructificar nuestros pequeños esfuerzos y fortaleciéndonos en la lucha diaria por un ideal, por creer en los jóvenes cuando otros no dejan de aprovecharse de ellos y de su “debilidad” programada. Gracias por regalarnos en su Cruzada un carisma para hacer de los jóvenes mejores ciudadanos, cristianos y herederos del Cielo.