Jesús desapareciendo en vida de trabajo, y vida de trabajo fatigante. En cuanto se lo permitieron sus fuerzas, ayudó Jesús a María en los quehaceres domésticos, como cualquier niño a su madre, pero de una manera divina, sobrenatural. Cuando creció, ayudaba a José en el taller, que, según costumbre del mundo grecorromano, estaba separado de la casa y constituía una dependencia aparte para que no se perturbase la intimidad de la vida de familia. Allí, obedeciendo, manejando la sierra, la garlopa, el martillo, los clavos, haciendo vigas de álamo o sicómoro -que entonces se utilizaban para las casas-, arados -cien años después todavía nos habla san Justino mártir de un arado hecho por las manos divinas de Jesús-, trabajando… Y un trabajo fatigante, y un trabajo agotador, porque Jesús en Nazaret tiene que ganar el sustento cuando ya a José le van decayendo las fuerzas y desaparece, y Él tiene que sustentarse a sí mismo y sustentar a la Virgen.